«Todo amor se halla en el otro amor», dice un verso de un poema de J. V. Foix.
Es el primero de los cuatro versos que figuran en la placa que recuerda el gran poeta catalán, en la fachada del número 57 de la calle Major de Sarrià, la casa donde nació. Una discreta placa que pasa desapercibida, no porque no esté a la vista, sino porque la mirada de los transeúntes corre el riesgo de quedarse atrapada entre los dulces, peladillas y pasteles que exhibe, como una tentación, el escaparate de la planta baja. Los letreros no dejan ninguna duda: Foix de Sarrià. 1886. En el interior, un busto de J. V. Foix, recibe sereno y a distancia (casi en un segundo plano) a los clientes desde detrás del mostrador, como un gesto de complicidad con un pasado que muchos ignoran: el de un J. V. Foix que fue pastelero sin serlo.
El 19 de marzo de 1886 abría sus puertas esta pastelería avalada por el prestigio de un maestro pastelero, Josep Foix Ribera, y el oficio de su mujer, Paulina Mas Rubinat. Poco se imaginaba el matrimonio que su proyecto cumpliría 125 años de éxito y prestigio. Josep Foix debía de pensar que su negocio se extinguiría con él, puesto que tenía claro que el punto fuerte del único varón de sus tres hijos, Josep Vicenç, no eran los melindros, sino leer e ir a la biblioteca.