ARTE Y POEMAS

125 AÑOS DE PASTELES

«Todo amor se halla en el otro amor», dice un verso de un poema de J. V. Foix.

Es el primero de los cuatro versos que figuran en la placa que recuerda el gran poeta catalán, en la fachada del número 57 de la calle Major de Sarrià, la casa donde nació. Una discreta placa que pasa desapercibida, no porque no esté a la vista, sino porque la mirada de los transeúntes corre el riesgo de quedarse atrapada entre los dulces, peladillas y pasteles que exhibe, como una tentación, el escaparate de la planta baja. Los letreros no dejan ninguna duda: Foix de Sarrià. 1886. En el interior, un busto de J. V. Foix, recibe sereno y a distancia (casi en un segundo plano) a los clientes desde detrás del mostrador, como un gesto de complicidad con un pasado que muchos ignoran: el de un J. V. Foix que fue pastelero sin serlo.

 

El 19 de marzo de 1886 abría sus puertas esta pastelería avalada por el prestigio de un maestro pastelero, Josep Foix Ribera, y el oficio de su mujer, Paulina Mas Rubinat. Poco se imaginaba el matrimonio que su proyecto cumpliría 125 años de éxito y prestigio. Josep Foix debía de pensar que su negocio se extinguiría con él, puesto que tenía claro que el punto fuerte del único varón de sus tres hijos, Josep Vicenç, no eran los melindros, sino leer e ir a la biblioteca.

Pero el azar y las circunstancias traen sorpresas. Y lo que muy pocos saben es que el poeta regentó la pastelería desde 1936 hasta 1968, fecha en la que confió la dirección del negocio a Jordi Madern y Mas, su primo. «Hasta el inicio de la guerra J. V. Foix no llevó a cabo la actividad de pastelero. Entre la actividad política y la de escritor, no le quedaba tiempo», explica Madern, que entró como aprendiz en el obrador en 1952. La persecución de activistas políticos llevó al poeta a hacer de Foix de Sarrià su refugio. «Se escondía aquí y cuando preguntaban por él, aparecía detrás el mostrador vestido de pastelero», recuerda, divertido, Madern, acomodado en la que fue la alcoba de J. V. Foix, hoy convertida en despacho. J. V. Foix procuró mantenerse al margen de Foix de Sarrià, aunque sin ignorarlo. Poeta y pastelería siguieron caminos paralelos sin soltarse de la mano. «J. V. Foix no fue nunca pastelero de oficio, pero sí un animador del negocio», certifica su primo. Aportaba ideas a la decoración de los locales, redactaba los letreros jugando a dos bandas para evitar las represalias de la dictadura de Primo de Rivera, buscando palabras que no presentaran variaciones entre el castellano y el catalán. «Toda lengua es sazón de una lengua común / toda tierra palpita en la patria de todos», resumen los dos siguientes versos de la placa conmemorativa del poeta.

Un juego de niños para este maestro, y para su dominio del léxico, que, en 1923, se hizo cargo junto, con su hermana Carolina, de una nueva tienda (en la plaza de Sarrià, 8-9). Allí instaló su despacho y, mientras en el obrador amasaban dulces, él creaba poemas. «No tenía el oficio, pero sí un gran paladar para detectar la perfección en los dulces y pasteles», dice Madern, y recuerda que J. V. Foix hizo suya una máxima que ya oía decir a su padre en el obrador: «Sobre todo, calidad». Y esta es la clave del éxito de Foix de Sarrià. El prestigio de la pastelería se ha conseguido «manteniendo y mejorando las fórmulas desde el año de fundación del negocio», añade Madern. Y es que la tradición y la innovación son las señas de identidad de la casa, dos palabras que se repiten en todos sus productos como un mantra, una doctrina de fe. «Toda fe será jugo de una más alta fe», acaba el poema, imprescindible para garantizar 125 años de arte.